(al amigo
Carlos Aguilera)
Los
trabajos incluidos en la serie Búlgaros son variaciones, a pequeña
escala, de las obras que Nicolás Lara realiza en sus lienzos y collages de grandes
dimensiones. Están dedicados a personas -y también a figuras venerables- que
han incidido en su vida afectiva. Las cartulinas incluyen bromas y asociaciones
aparentemente espontáneas. En muchos casos delatan vínculos personales y relaciones
de complicidad que no siempre son sencillas de descifrar. La serie Búlgaros,
mayormente conformada por retratos, no necesariamente persigue evocar ninguna semejanza con los
semblantes o los cuerpos de los aludidos. Tampoco aspira a ofrecer una mirada
caricaturesca, aunque haya mucho de caricaturesco en los trazos descuidados y
espontáneos del artista. Nicolás alude a esas personas escribiendo
sus nombres, con palotes improvisados, relacionándolos con otras palabras, con
acotaciones supuestamente aclaratorias, con imágenes recortadas de libros o
revistas, con garabatos y con dibujos que formalmente hacen pensar en representaciones
de lo que hoy llamamos outsider art. Los trabajos son sobre todo
evocaciones poéticas, absurdas, ingenuas y cariñosas. Al mismo
tiempo poseen algo de grotescas, de coqueteos irreverentes, de chistes sin pie
ni cabeza, de guiños de los que tal vez solo el propio
Nicolás pudiera proporcionarnos algunas referencias. El artista retrata -si
pudiese decirse así- el afecto que siente por sus amistades, su modo muy
singular de recordarlas, describirlas, insultarlas juguetonamente y ridiculizarlas para de inmediato hacerlas reír. ¿Qué significa
ser búlgaro en esa serie de dibujos y collages? Me atrevería a afirmar que sencillamente es comportarse de un modo inconsecuente,
tener ansiedades y apetencias que sería preferible ocultar a la mirada de los
otros, participar en cotilleos, ser libidinoso, etc. Para quienes pudieran sentirse incómodos al
verse involucrados en estas 'citas', Nicolás no tiene reparos en
presentarse a sí mismo como el primer búlgaro de la serie. Nos recuerda cuán
saludable es que no siempre nos veamos a nosotros mismos con excesiva seriedad.
Nicolás se autorretrata ofreciendo arengas -o acaso teques fastidiosos- comparables
a los discursos de Lenin, y al mismo tiempo como un ser humano a quien, altruismos aparte, le encantaría acumular grandes sumas de dinero. Al cabo, Bulgaria fue un país socialista -uno de los
más ridiculizados y ‘cheos’ dentro del imaginario popular cubano de las décadas
de 1970 y 1980- y a su vez Bvlgari es una tienda de joyas, bolsos y perfumes
suntuosos, con establecimientos ubicados en pleno corazón de Manhattan. Las personas somos -como los
búlgaros en la serie de Nicolás- una compleja amalgama de idealistas y egoistas,
soñamos y nos tiramos pedos, a menudo decimos una cosa y
hacemos otra, somos a un mismo tiempo grandilocuentes y pedestres, refinados y
obscenos, testarudos y dispuestos a reírnos un poco de nosotros mismos.
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