8/12/17

Los Criterios de Desiderio

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Desde sus primeros tanteos, a comienzos de la década de 1970, Criterios tuvo una sorprendente vitalidad. Fue un proyecto cultural que Desiderio Navarro supo renovar ininterrumpidamente, a medida que se transformaba el pensamiento teórico contemporáneo. La revista y los eventos que organizó en La Habana sacudieron un escenario cultural en el que -tanto en los centros de enseñanza como en la muy animada vida literaria del país- predominaban las concepciones marxistas de los manuales soviéticos y las ediciones de  obras clásicas de la literatura universal. Criterios  proporcionaba herramientas críticas contra los dogmatismos estéticos y a su vez actualizaba a los lectores cubanos, que se habían formado con la masificación de autores como Dostoievski,  Zola, Flaubert y Víctor Hugo.

Los ensayos que aparecieron en Criterios  fueron maneras de enfrentarse a las ortodoxias estéticas importadas desde la URSS. Rescataban la importancia de la dimensión formal en la obra de arte y en las creaciones literarias. Eran esfuerzos, a menudo realizados en los propios países de Europa del Este, por integrar los aportes de la semiótica y la teoría de la información al marxismo. En tal sentido, los ensayos intervenían en el presente. Hablaban de un marxismo especulativo y ponían en tela de juicio los esquematismos que laceraban la producción cultural. Desde un inicio, la línea editorial de Criterios propagó este tipo de enfoques. Esta orientación teórica era, dentro del contexto cubano, una labor que tuvo mucho de quijotesca, realizada en solitario y sin mucho respaldo institucional. En la actualidad, luego del colapso ideológico de los socialismos de Europa del Este, la apuesta por este género de marxismo sigue siendo no menos incomprendida y quijotesca para muchos cubanos, desde hace tiempo hastiados de la retórica oficialista.

La publicación a gran escala de los llamados ‘clásicos’ de la literatura universal, fue uno de los indudables aciertos de la política cultural de la Revolución Cubana. Un logro que en la actualidad se ha destruido, pero que convendría no menospreciar cuando se ensaye una mirada histórica de las últimas seis décadas de gobierno. Sin embargo, la masificación de los ‘clásicos’ era –al igual que ocurría en los socialismos de Europa del Este- un arma de doble filo. Superponía un velo adicional sobre la ya opaca cortina que ocultaba el presente. Los lectores de la isla estaban bastante desinformados sobre los nuevos desarrollos del pensamiento teórico. Incluso los estudios poscoloniales, que a primera vista parecerían guardar afinidades con la política tercermundista de la Revolución, eran virtualmente desconocidos en la isla. Solo de forma excepcional y a veces pseudoclandestina, circulaban algunos textos. Por lo general, los cubanos escuchaban campanas sin saber dónde.

Gerardo Mosquera ha escrito una hermosa frase que me gustaría citar “Desiderio, abridor de mundos”. Para los interesados en los problemas estéticos y literarios, Criterios fue toda una revelación. La revista contribuyó  poderosamente a que se pusieran en boga nociones como intertextualidad y posmodernidad y se complejizaran los debates sobre estas cuestiones. Gracias a Criterios los cubanos se enteraron que existían autores como Bajtín y Lotman, Jameson, Clifford, Hal Foster y Boris Groys entre muchísimos otros. Con cada nuevo volumen irrumpía lo más experimental del pensamiento semiótico del momento, del posestructuralismo, la narratología, la antropología y los estudios culturales.

Pero Desiderio Navarro no solo persiguió divulgar los nuevos enfoques teóricos. En las páginas de Criterios  raras veces aparecían textos que hubiesen sido previamente publicados en español, aunque no se conocieran en La Habana.  Los ensayos eran, en su gran mayoría, traducidos por vez primera al castellano. Esta decisión editorial hizo de Criterios  una de las revistas más novedosas de su tiempo, no ya en el ámbito editorial hispano -que todavía hoy suele ser bastante provinciano- sino a escala mundial. La capacidad de Navarro para traducir en más de una docena de lenguas le permitía agrupar, como raras veces puede permitirse un editor, textos originalmente redactados en polaco, con otros que escribieran en alemán, en inglés, en ruso o en hebreo.  Criterios era una revista babélica traducida al español. 


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