Desde sus primeros tanteos, a comienzos de la década de 1970, Criterios tuvo una sorprendente vitalidad. Fue un proyecto cultural que Desiderio Navarro supo renovar ininterrumpidamente, a medida que se transformaba el pensamiento teórico contemporáneo. La revista y los eventos que organizó en La Habana sacudieron un escenario cultural en el que -tanto en los centros de enseñanza como en la muy animada vida literaria del país- predominaban las concepciones marxistas de los manuales soviéticos y las ediciones de obras clásicas de la literatura universal. Criterios proporcionaba herramientas críticas contra los dogmatismos estéticos y a su vez actualizaba a los lectores cubanos, que se habían formado con la masificación de autores como Dostoievski, Zola, Flaubert y Víctor Hugo.
Los ensayos que aparecieron en Criterios fueron maneras de enfrentarse a las ortodoxias estéticas importadas desde la URSS. Rescataban la importancia de la dimensión formal en la obra de arte y en las creaciones literarias. Eran esfuerzos, a menudo realizados en los propios países de Europa del Este, por integrar los aportes de la semiótica y la teoría de la información al marxismo. En tal sentido, los ensayos intervenían en el presente. Hablaban de un marxismo especulativo y ponían en tela de juicio los esquematismos que laceraban la producción cultural. Desde un inicio, la línea editorial de Criterios propagó este tipo de enfoques. Esta orientación teórica era, dentro del contexto cubano, una labor que tuvo mucho de quijotesca, realizada en solitario y sin mucho respaldo institucional. En la actualidad, luego del colapso ideológico de los socialismos de Europa del Este, la apuesta por este género de marxismo sigue siendo no menos incomprendida y quijotesca para muchos cubanos, desde hace tiempo hastiados de la retórica oficialista.
La publicación a gran escala de los
llamados ‘clásicos’ de la literatura universal, fue uno de los indudables
aciertos de la política cultural de la Revolución Cubana. Un logro que en la
actualidad se ha destruido, pero que convendría no menospreciar cuando se
ensaye una mirada histórica de las últimas seis décadas de gobierno. Sin
embargo, la masificación de los ‘clásicos’ era –al igual que ocurría en los
socialismos de Europa del Este- un arma de doble filo. Superponía un velo
adicional sobre la ya opaca cortina que ocultaba el presente. Los lectores de la isla estaban bastante desinformados sobre los nuevos desarrollos del
pensamiento teórico. Incluso los estudios poscoloniales, que a primera vista
parecerían guardar afinidades con la política tercermundista de la Revolución,
eran virtualmente desconocidos en la isla. Solo de forma excepcional y a veces
pseudoclandestina, circulaban algunos textos. Por lo general, los cubanos
escuchaban campanas sin saber dónde.
Gerardo Mosquera ha escrito una
hermosa frase que me gustaría citar “Desiderio, abridor de mundos”. Para los
interesados en los problemas estéticos y literarios, Criterios fue
toda una revelación. La revista contribuyó poderosamente a que se
pusieran en boga nociones como intertextualidad y posmodernidad y se
complejizaran los debates sobre estas cuestiones. Gracias a Criterios los
cubanos se enteraron que existían autores como Bajtín y Lotman, Jameson,
Clifford, Hal Foster y Boris Groys entre muchísimos otros. Con cada nuevo
volumen irrumpía lo más experimental del pensamiento semiótico del momento, del
posestructuralismo, la narratología, la antropología y los estudios culturales.
Pero Desiderio Navarro no solo
persiguió divulgar los nuevos enfoques teóricos. En las páginas
de Criterios raras veces aparecían textos que hubiesen
sido previamente publicados en español, aunque no se conocieran en La
Habana. Los ensayos eran, en su gran mayoría, traducidos por vez primera
al castellano. Esta decisión editorial hizo de Criterios una
de las revistas más novedosas de su tiempo, no ya en el ámbito editorial
hispano -que todavía hoy suele ser bastante provinciano- sino a escala mundial.
La capacidad de Navarro para traducir en más de una docena de lenguas le
permitía agrupar, como raras veces puede permitirse un editor, textos
originalmente redactados en polaco, con otros que escribieran en alemán, en
inglés, en ruso o en hebreo. Criterios era una revista babélica traducida al español.
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