Ya existen dos carteles sobre las canciones que tanto han dado de que hablar en las últimas semanas: "Patria y vida" y "Patria o muerte por la vida", compuesta por Raúl Torres como una réplica a la primera. Si se fuese un poco optimista ―y si se echase a andar la imaginación― ambas piezas podrían verse como consignas de hipotéticas campañas electorales. Una contienda que sigue siendo tan urgente como hace más de sesenta años, cuando las multitudes congregadas en la Plaza, respaldaron al otrora Primer Ministro Fidel Castro con aquello de “¿Elecciones para qué?” Fue la primera y última vez que el pueblo enunció esa pregunta. Después se impuso un sistema electoral donde no había adversarios, diseñado para que los candidatos exhibieran una unidad monolítica y terminaran ratificando, con cambios irrelevantes, el mismo Consejo de Estado y de Ministros y a Fidel Castro, quien risueño, con expresión complacida, como si hubiese degustado un buen vino, agregaría sus aplausos a las ovaciones de la asamblea. El sistema electoral cubano puesto en práctica a partir de 1976, fue uno de los numerosísimos pretextos que siempre se inventaron para halagar al dirigente. Fidel Castro gobernó hasta que su salud se lo permitió. Rigió el país por medio de sus larguísimas peroratas, transmitidas por la televisión nacional. A mediados de 1990, todavía solía hablar ininterrumpidamente, a veces hasta por más de seis horas, a pesar de que ―como el célebre emperador haitiano Henri Christophe― su elocuencia y su vitalidad estaban bastante deterioradas. Castro divagaba disparatadamente, con obvios síntomas de senectud ―eso que en Cuba le llaman 'chochera'― e incluso aventurándose en aseveraciones que delataban cierta demencia. El dominó sigue trancado, como hace sesenta años, pero ojalá que las canciones recientes sean el preludio de un diálogo nacional. Claro que, por lo pronto, esto es como pedirle peras al olmo. El gobierno cubano no incurriría en semejante desliz. Desde hace mucho sus dirigentes están al tanto de cuán aplastante es su impopularidad. "Patria y Vida" ya supera los tres millones de visitas. Se ha convertido en la primera consigna opositora acogida entusiastamente por la población cubana. La canción de Raúl Torres, con su título cantinflesco, debe su mucha más modesta resonancia al desprecio generalizado que desata en el Internet. Los likes que aportan las ciberclarias y los que agregan los que ceden ante las presiones del gobierno, no son más que otra cara de las burlas y el hazmerreír.
Los carteles que han surgido a raíz de estas dos piezas expresan la popularidad abrumadora de una de las canciones y la repulsión que produce la otra. Ambas imágenes subvierten carteles revolucionarios que hoy son muy justificadamente admirados. Gran parte de la eficacia de la propaganda política desplegada por el gobierno cubano se debió al talento de los diseñadores. Los carteles, como observó Susan Sontag, dialogaban unos con otros: el anuncio de un filme contribuía a hacer más atractiva una imagen destinada a fomentar el ahorro de electricidad, ya que uno y otro compartían un mismo lenguaje visual. Tendían a condensar las ideas en asociaciones semióticas fáciles de reconocer, dinámicas y novedosas. Algunos de esos carteles recuerdan las contribuciones de la poesía concreta. Tal es el caso de “Clik” de Félix Beltrán, realizado en un momento de graves penurias para la población cubana, o el que preparó Eufemia Álvarez a partir de un slogan que pronunció Fidel Castro el 19 de mayo de 1970. Aquella noche, con rostro desvencijado, el Comandante reconoció públicamente el fracaso de la Zafra de los diez millones. Culminó su discurso con una exhortación “Convirtamos el revés en victoria”. La consigna tal vez no hubiese tenido mucha resonancia de no haber sido por la labor creativa de Eufemia Álvarez. Es probable que su cartel ya estuviera impreso cuando Castro dijo aquellas palabras, porque a la mañana siguiente la imagen ya estaba colgada por doquier, repetida en millares de copias. Una V gigantesca sobresalía entre las letras de la palabra “revés”. Difícilmente pueda concebirse un triunfalismo mayor que eso de “convertir un revés en victoria”. Pero el cartel de Eufemia magnificaba aquel triunfalismo. Una imagen dice más que mil palabras. Aquella V era uno de los pocos consuelos que el gobierno podía ofrecer ante el papelazo de los diez millones. El desacertado cálculo económico ―que el Comandante defendió tan testarudamente― tuvo consecuencias catastróficas. El voluntarismo de Castro provocó que el país se mantuviera virtualmente paralizado durante todo un año. Millones de personas fueron movilizadas hacia los cañaverales, donde tuvieron que trabajar en condiciones paupérrimas. Con la zafra colapsaba el propio proyecto revolucionario. La V del cartel de Eufemia perseguía restaurar el entusiasmo colectivo y, al mismo tiempo, ayudar a cicatrizar el ego lacerado del Primer Ministro. "Hemos perdido todas las batallas todos los días ganamos una poesía", escribió el poeta mexicano Octavio Paz. El cartel de Eufemia parecía afirmar “El país quedó devastado, pero Castro ganó una consigna”.
Cinco
décadas más tarde, la diseñadora Annick Woungly ha vuelto sobre aquella imagen.
La cita para subvertirla. La V emerge desde la palabra ‘vida’. Francisco Franco
había dicho “Viva la muerte”. El cartel de Woungly parece proclamar “Viva la
vida”. Está conformado por la superposición
de dos citas: la imagen de Eufemia y la canción opositora de Yotuel y otros. “Vida” versus “revés”.
El himno colectivo frente al eslogan del líder narcisista.
El segundo trabajo, dedicado al número de Raúl Torres, también vuelve sobre una de las obras más importantes del cartel revolucionario: Canción Protesta, realizado por Alfredo Rosgaard para un evento celebrado en el verano de 1967, mientras se exhibía en La Habana el parisino Salón de Mayo. En la cita paródica reciente, el color violáceo que Rosgaard usó para los pétalos, y que contrastaba con el verde de las hojas al fondo ―la protesta se representaba desde alusiones a la psicodelia― ahora recuerda los marrones de las heces fecales. Los contrastes cromáticos del cartel de 1967 devinieron en relaciones de color que hacen pensar en una asfixiante cloaca. La gota de sangre que derramaba la espina, con la que Rosgaard aludió a las lágrimas que motivaban la protesta de la humanidad, ahora tiene la apariencia de un excremento puntiagudo, que va cayendo. “La canción apesta”, puede leerse en la nueva versión. El cartel sintetiza el itinerario ideológico de la llamada Revolución cubana: de inspiración para la izquierda internacional, en la actualidad la retórica del gobierno solo persiste como un residuo grotesco y pestilente. También comunica la impresión que ha dejado Torres con su "Patria y muerte por la vida". Una imagen dice más que mil palabras.
Eres muy desagradable, fulanito...
ResponderEliminar