A continuación,
un fragmento del segundo tomo de mi libro Trazos
en los márgenes. Arte abstracto e ideologías estéticas en Cuba, que saldrá próximamente
(enero-febrero de 2019).
En una escena de Memorias
del Subdesarrollo, el protagonista entra en una librería. Pasa, sin
prestarle gran atención, con aire despectivo, ante publicaciones que parecían pertenecer a la
Cuba anterior al triunfo revolucionario: novelas sensacionalistas, algunas de
ellas en inglés, en ediciones bolsilibros. Una vez dentro del local, de
inmediato la cámara muestra volúmenes con el símbolo de la hoz y el martillo en
sus cubiertas.[1] Hay un paneo silencioso por
un estante que exhibe varias obras
soviéticas (lo primero que ve el espectador son cuatro novelas de Mijail Sholojov,
publicadas en Cuba, y otras, como Apresado
en los hielos, de A.F. Trióshnicov, importadas de la URSS). Súbitamente, en
un giro un tanto imprevisto, la cámara se detiene ante un rostro femenino,
poéticamente asociado a unos volúmenes de José Martí (el apellido del poeta
aparece repetido tres veces, con letras bien grandes, en las tapas de los
ejemplares). El silencio de la toma se interrumpe con un solo de guitarra. Esta
es una de las imágenes memorables sobre la identidad nacional en la película.
Sergio observa a la joven. Escuchamos una de sus usuales reflexiones: «Aquí las
mujeres te miran a los ojos como si quisieran ser devoradas con la mirada». Un
comentario sobre la idioscincracia de las cubanas que venía a enfantizar el
sentido identitario del fotograma que le precedió. La distribución de los
libros en las estanterías reflejaba los conflictos de un país que aspiraba a
desarrollar una alternativa nacionalista frente a los valores de la cultura
mediática estadounidense y a su vez corría el riesgo de quedar inmerso en una
sovietización de los valores culturales.
Henri Cartier-Bresson, Santa Clara, 1963. |
[1]
Se trata de la edición de Somos hombres
soviéticos, novela de Boris Polevoi, publicada por la Imprenta Nacional de
Cuba en 1961.
[2]
Esta última salió a la venta al año
siguiente. Aunque publicada en 1962, Campos roturados debió estar disponible en las librerías después de
mayo, cuando la Imprenta Nacional de Cuba pasó a convertirse en la Editorial
Nacional de Cuba, bajo la dirección de Alejo Carpentier.
[3]
Durante 1959, las editoriales cubanas no publicaron ningún libro ruso o
soviético. De siete obras impresas en 1960, la cifra ascendió a más de 50
volúmenes en 1961 y a unos 70 en 1962. Los textos marxistas también aumentaron
a partir de 1961.II En contraste con esta política, en el quinquenio que
va desde 1964 hasta 1969, las ediciones cubanas de creaciones literarias rusas
y soviéticas se limitaron a una docena de títulos, tal vez como uno de los
numerosos síntomas de relaciones políticas tensas, pero es preciso tener en cuenta
que las editoriales soviéticas comenzaron a abastecer a los lectores cubanos,
tanto con las obras literarias como con los textos marxistas. Es necesario
hacer más investigaciones sobre el tema.
[4]
Ver la fotografía de Henri Cartier-Bresson. Santa
Clara, Impresión de
plata-gelatina, 1963. Evidentemente Cartier-Bresson, encontró llamativa la
excesiva presencia de los libros soviéticos en la librería de Santa Clara.
[5]
En mayo de 1962, la Imprenta Nacional de Cuba pasó a llamarse Editorial
Nacional de Cuba. Las novelas de Sholojov debieron aparecer después de esa
fecha. El nombre del diseñador no figura en los créditos del libro. De acuerdo
con Rolando de Oraá los diseñadores que trabajaron para la Imprenta Nacional
fueron: Fremez (director artístico), Ricardo Reymena, Boza, Roger Aguilar,
Rafael Zarza y el propio de Oraá, quien sustituyó a Fremez como director
artístico. Intercambio de emails con Rolando de Oraá, fechado el 4 de octubre
de 2017. El listado que hizo de Oraá, sin embargo, incluye a diseñadores que posteriormente
trabajaron para La Editorial Nacional de Cuba, fundada en 1962. Es bastante
probable que Rafael Zarza, al igual que Juan Boza, hayan comenzado a trabajar a partir de la segunda mitad de 1960.
[6]
En julio de 1961, la editorial Nuevo Mundo lanzó la primera edición del
cuaderno. En la fotografía que ilustró la tapa unos
revolucionarios alzaban sus armas de fuego en señal de victoria. En
correspondencia con esta imagen –que expresaba el triunfo revolucionario de un
modo muy directo- Pita Rodríguez ensalzaba, en un lenguaje diáfano, el
compromiso social de sus versos y se oponía a la poesía pura o hermética. En
1963, la Empresa Consolidada de Artes Gráficas dio a conocer una tercera
edición, ampliada, de Crónicas. La cubierta estaba resuelta
con dos formas geométricas que contrastaban con el negro del fondo, una
solución gráfica que se derivaba del arte concreto. Ver: Pita Rodríguez, Félix. Crónicas. Poesía bajo consigna. La Habana: Ediciones Nuevo Mundo,
1961. Existió una segunda edición, publicada por La Tertulia, también de 1961 (la portada contenía una repoducción
del lienzo La Paz, de Orlando Yanez). La edición de la Empresa Consolidada de
Artes Gráficas es de 1963.
me gusto tu blog colega, enhorabuena, yo poseo uno de actualidad en finanzas en general si es que te agrada claro, y es http://www.economiadenoticias.com, espero os agrade, feliz año de madrid soy jonathan!!!!
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