Así podría
titularse la tentativa de performance de Tania Bruguera. Fue una
intervención pública, o como quiera llamársele, que por paradoja, se realizó en
su imposibilidad de ponerse en práctica. La coyuntura en la que Bruguera preparó
su actividad era bastante distinta a su primera versión del performance El susurro de Tatlin #6. Hacía
tan solo un par de semanas que se había llegado a una distensión sin
precedentes entre los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos. Bruguera venía a
poner el dedo sobre la llaga. Perseguía que se escuchara la voz, por largo
tiempo marginada de cualquier espacio político nacional de los ciudadanos cubanos.
Quienes,
como yo, simpatizan con los acuerdos todavía incipientes entre la administración
Obama y la dirigencia cubana, tendrían muy buenos motivos para encontrar
prematura o inapropiada la actividad de Bruguera. Pero en cualquier caso, lo
que sí no pudiera cuestionarse es que el problema de las libertades cívicas, y
muchos otros que siguen pendientes en la sociedad cubana, no debieran dejarse a un lado. La performance de
Bruguera, malograda mediante el abuso del poder, fue un primer test después del restablecimiento de relaciones diplomáticas con los Estados Unidos,
de cuán dispuesto está el gobierno de Raúl Castro a entablar un diálogo político.
El
resultado de dicho test no pudo ser más desafortunado. Las autoridades cubanas,
pese a disponer de una amplia maquinaria represiva -incluidos agentes que
hubieran podido usurpar el espacio y el tiempo de la performance- optaron por
abortar el evento. No importó para nada que las instituciones hubieran aprendido a
domesticar la ya de por sí endeble influencia de las artes visuales sobre la
sociedad. La fobia al debate público se impuso una vez más.
La decisión
de impedir la performance puede dar una idea de cuán conscientes son las
autoridades cubanas de su propia impopularidad. Los órganos represivos del gobierno no tienen ninguna duda de cuán amenazada y cuán fragil es
su permanencia en el poder. Para los cálculos de los represores, el hecho de
que un grupo de personas pueda opinar en voz alta –y no en voz baja como han
venido haciendo los cubanos por más de cinco décadas- supone un riesgo inmenso, la apertura de una especie de Caja de Pandora.
Suele decirse que tres forman una multitud. En el caso cubano esa
multitud -no importa cuán reducida pueda ser- infunde un terror por completo irracional a las autoridades. Era
altamente probable que el cubano medio -que desde hace tiempo padece de
eso que se llama indefensión aprendida- escéptico y hastiado de la vida
política nacional, se hubiese abstenido de participar. Pero el hecho de que un
grupo de personas pudiera tomar la palabra por unos minutos tiene, para los
encargados de mantener el orden público, el aspecto de un problema que fácilmente
podría escapárseles de las manos. Ni siquiera en un contexto en el que el
mandatario cubano podría verse súbitamente investido de cierta popularidad, gracias a la victoria política que supuso el
restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y los Estados Unidos -es
decir en un contexto donde todo haría pensar que la performance habría sido
más bien inofensiva y hasta hubiese podido manipularse para ofrecerle al mundo
la apariencia de unas libertades cívicas que no existen-, ni siquiera en esas circunstancias las instituciones
cubanas osaron permitir que la actividad se llevara a cabo.
La torpeza y la fobia de las instituciones
agrega una nota pesimista sobre un diálogo político nacional a corto plazo. La
represión de la performance de Bruguera es la primera evidencia de que el
gobierno tiene intenciones de seguir enquistado en el poder, eludiendo, hasta
donde sea posible, las concesiones políticas y tolerando las aperturas
económicas siempre y cuando no supongan una amenaza al orden imperante.
Usted escribio : "El resultado de dicho test no pudo ser menos desafortunado." Supongo que quizo decir "mas desafortunado" o "menos afortunado"
ResponderEliminargracias. Ya esta arreglado el error.
ResponderEliminarPodrá usted encontrar inapropiada la actividad de Bruguera (cada cual tiene su opinión) pero PREMATURA, después de 57 años de micrófono abierto sólo para una persona… vamos….
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