Comparto esta
reseña sobre Wonderland, la reciente muestra del artista cubano Rafael López-Ramos.
El texto se publicó en el número 140 de la revista Arte al Día. Por un inexplicable
descuido de los editores, el escrito apareció bajo el nombre de Jesús Rosado. Un
error que fue posible corregir en la versión digital, aunque no pudo arreglarse
en la revista impresa. Aprovecho la ocasión para felicitar al artista y amigo
por su cumpleaños.
Wonderland.
Consumismo y erotismo en los collages de Rafael López-Ramos.
Ernesto Menéndez-Conde
Los situacionistas llamaron détournement a una práctica artística que consistía
en tomar una mercancía y transformarla en un objeto artístico, de forma tal que
se negara a sí misma como mercancía y, por lo tanto, subvirtiera el imperativo
de consumir que caracteriza al capitalismo contemporáneo.
Los collages recientes de Rafael López-Ramos
parecen seguir una lógica semejante. En su caso son las estrategias publicitarias las
que se vuelven contra sí mismas. López-Ramos se sirve de los anuncios que
aparecen en las revistas, los recorta y los traslada a sus lienzos. En
particular, acude al
desnudo femenino para desmontar el carácter de mercancía sexual que distorsiona
el erotismo. Como han observado numerosos pensadores contemporáneos, en la
actualidad lo que genera complejos de culpa no son las prohibiciones sobre el
goce; sino el hecho de no haber disfrutado lo suficiente y no satisfacer las
demandas del placer. López-Ramos presenta un mundo banalizado y opresivo
precisamente porque está inundado de contenidos sexuales.
López-Ramos aspira a mostrar cuánto hay
de pesadilla en las imágenes publicitarias. Sus collages son inusuales formas
de un erotismo atractivo y al mismo tiempo chocante. Los cuerpos sensuales de las modelos, las zonas erógenas de la mujer aparecen descarnadamente asociadas a
productos cosméticos, a precios de mercancías y a frases que nos ordenan comprar.
Los collages recuerdan a las
representaciones pop e incluso a los
montajes fotográficos que cualquier adolescente pegaría en alguna pared de su
dormitorio. Uno podría pensar que se trata de una práctica bastante trillada.
Pero un acierto de los trabajos que López-Ramos exhibe en Wonderland,
consiste no sólo en acudir a asociaciones que pudieran parecer degradantes para
la mujer; sino en mostrar el carácter invasivo y cotidiano de dichas
imágenes.
Si pudiese decirse así, son obras
anti-pornográficas. En uno de los
collages encontramos a una joven desnuda, reclinada sobre unas finas telas. El
anuncio de un helado de almendra y pistacho cubre
la cara de la modelo. El producto alimenticio
se torna obsceno, degradante tanto para la figura femenina como para el consumidor.
En otras piezas, los chorreados de
pintura están visualmente emparentados con el semen. Los collages de
López-Ramos pueden interpretarse como tiradas contra el carácter comercial de
la pintura y el arte actual. Aquí el espectador tropieza con una de las más
notables paradojas del arte contemporáneo: la crítica al mercado se realiza
mediante obras que, a su vez, son mercancías. Quizás no haya manera de salir de
este círculo vicioso. Tal vez por eso López-Ramos lo asuma con cinismo. En esto
hay una cuota de lucidez: el destino, al parecer inexorable, del arte que
ejerce la crítica de las sociedades de consumo es precisamente el ser asimilado
por el mercado al que se enfrentan.
Gracias Ernesto, por la felicitación de cumpleaños y por la magnífica reseña. Un abrazo.
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