Una reunión
del canciller cubano Bruno Rodríguez con un grupo, que incluía a miembros de CAFE (Cuban Americans for
Engagement). No asistí a dicho encuentro. No se hizo ninguna invitación
pública, ni se divulgó por ninguna vía. Fue, por lo tanto, un evento privado y, francamente, tampoco me habría
interesado en lo más mínimo estar allí. Solo puedo llevarme una idea de lo que
se conversó a partir de las referencias que hoy publican los sitios web CubaEncuentro
y DDCuba y sobre todo el reporte de la profesora universitaria María Isabel Alfonso, quien se declara vocera de CAFE.
No conozco con detalles la plataforma de esta organización. Simpatizo, sin embargo, con lo que parece ser uno de sus pilares: demandar al gobierno norteamericano el cese incondicional del embargo económico que ha mantenido durante medio siglo. Comparto, además, las peticiones que Alfonso le hizo al canciller cubano, tal y como las describe en su página web. Observo, por último, que dichas solicitudes fueron enunciadas con una innegable voluntad de diálogo.
Alfonso
enumera los reclamos que, desde su punto de vista, propiciarían un intercambio más
dinámico entre el exilio cubano y el gobierno de los hermanos Castro. 1. Participación activa de la diáspora en las
reformas económicas que emprende el gobierno. 2. Compatibilizar las
regulaciones migratorias cubanas con los estándares internacionales. Esto, de
acuerdo con Alfonso, significa: a) reducir las leoninas cotizaciones que se establecieron para los pasaportes
y visados. b) restringir los permisos de
entrada a la isla sólo a personas que constituyan algún tipo de amenaza para la
seguridad nacional. 3. Sentar algunas bases para un proceso de reconciliación
nacional y, finalmente, 4. incrementar los intercambios culturales. Aquí Alonso
se refiere, en concreto, a la necesidad de eliminar los obstáculos que impone
el gobierno cubano para que los intelectuales y artistas que residen en el
extranjero puedan llevar sus creaciones y puntos de vista al pueblo cubano.
Lo primero
que hizo oportunistamente el canciller Rodríguez fue aislar a este minúsculo grupo de
invitados (CAFE estaba representado solo por Alfonso y por López-Levi, que no pudo acudir
al encuentro) de otros supuestos ‘malos’ exiliados. Pero incluso los
partidarios de “por todos y para el bien de todo” recibieron una rotunda
negativa. Un NO con mayúsculas, decepcionante y demoledor. Rodríguez cierra la puerta, como dice muy apropiadamente el titular de DDCuba. El gobierno cubano
no parece tener intención de permitir que el exilio invierta económicamente en
la isla, ni de hacer ajustes en sus abusivas regulaciones migratorias, ni está
dispuesto a propiciar ningún tipo de reconciliación nacional, ni tiene interés
alguno en que los artistas y académicos del exilio sean divulgados en la isla.
No es
necesario detenerse a comentar las réplicas, para nada convincentes, del
canciller cubano. El cinismo de su “Nadie va a financiar con los pasaportes el
desarrollo económico de Cuba” difícilmente pueda ser menos irritante. Rodríguez
ni siquiera se tomó la molestia de alentar falsas expectativas. Incluso fue
tan lejos como para decir que no existiría reconciliación sin ajustes de
cuentas.
Sorprende que
a estas alturas un funcionario del rango de Rodríguez rechace de manera
tan explícita cualquier tentativa de intercambio. Al parecer la estrategia política
del gobierno cubano está trazada con bastante nitidez: subsistir mediante el
aislamiento y la represión económica, además de conservar a un enemigo político
a quien culpar por la ineficiencia, la falta de libertades y el abuso del poder.
Alfonso cierra su reporte con una nota optimista. Es, afirma la autora, un paso para continuar un diálogo de buena voluntad. Creo que aquí Alfonso tiene y no tiene razón. Habría algunos motivos para recibir con entusiasmo ese encuentro si se hubiese realizado a comienzos de los años sesenta. Cincuenta años más tarde, en pleno 2012, no lo valoro como un gesto minúsculo y ni siquiera como un intercambio tardío; sino como un humillante acto de hostilidad contra quienes albergan la creencia en un diálogo. ¿Qué hacer, entonces? ¿Poner la otra mejilla? Posiblemente. Y esto, me parece, es lo que acertadamente ha hecho Alfonso. En este caso, son los bravucones y todos aquellos que enarbolan un patriotismo y una moral intransigentes, los que pasar
Por lo pronto, lo pernicioso de un grupo como CAFE es que pone a los representantes del gobierno cubano en una tesitura incómoda. CAFE revela (una vez más) que el diálogo con el régimen de los hermanos Castro no es posible porque sencillamente el gobierno cubano no lo desea y se siente amenazado con dicho intercambio. También permite ver que para la dictadura cubana lo más temible no es la continuidad o el recrudecimiento del embargo, ni mucho menos la extema derecha, sino por el contrario, la voluntad de diálogo y el levantamiento de las sanciones económicas impuestas por los Estados Unidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario