Si no
ocurre ningún colosal imprevisto, sólo nos queda esperar que el próximo mandato
de Barack Obama no sea tan gris como sus primeros cuatro años de gobierno. La propaganda demócrata insiste en que el logro
fundamental del actual presidente consistió en contener una inminente catástrofe
económica. Es un argumento que permite justificar casi cualquier cosa. Anoche mismo, por ejemplo, en su comparecencia ante
Univisión, Obama acudió a este subterfugio a la hora de explicar su
incumplimiento de una promesa sobre las reformas migratorias.
¿En qué quedaron los “cambios”, tan fervientemente prometidos en su anterior campaña electoral? No
por gusto los demócratas evitan recordarnos la palabra Change, al igual que dejan discretamente
a un lado aquello de Yes, we can y Hope. Los aportes de la administración
Obama pudieran enumerarse muy sucintamente.
1 La retirada del ejército norteamericano de Iraq (algo que muy probablemente habría ocurrido de todas maneras y que coincidió con un aumento de la presencia militar en Afganistán).
2 La reforma en la salud, que fue una legislación largamente peleada, a pesar de resultar bastante meliflua y de dejar sin resolver las numerosísimas quejas de los norteamericanos sobre el sistema de salud en los Estados Unidos.
3 El rescate de la industria automovilística, que impidió la pérdida de más de un millón de empleos.
Sin embargo, el problema del desempleo sigue siendo acuciante, tan grave como hace cuatro años, y coincide con el deterioro de la calidad en muchos servicios. Obama posiblemente evitó un colapso económico a escala mundial, pero no hay muchos indicios que permitan hablar de una recuperación. En todo caso la recuperación ocurre de un modo tan lento, que la crisis se ha convertido en algo más bien estable y amenaza con prolongarse de manera indefinida.
4 Finalmente, la captura y muerte de Bin Laden, con el consiguiente debilitamiento de Al Qaeda. Esto fue una punta de iceberg en un enfrentamiento al terrorismo llevado a cabo por la administración anterior. Ninguno de esos aciertos podrían verse como “cambios”. En muchos sentidos fueron logros timoratos. No solo han aumentado la decepción hacia el proceso electoral norteamericano; sino que también alimentaron el escepticismo de los votantes hacia las gestiones del gobierno y hacia sus representantes en el Congreso y el Senado.
1 La retirada del ejército norteamericano de Iraq (algo que muy probablemente habría ocurrido de todas maneras y que coincidió con un aumento de la presencia militar en Afganistán).
2 La reforma en la salud, que fue una legislación largamente peleada, a pesar de resultar bastante meliflua y de dejar sin resolver las numerosísimas quejas de los norteamericanos sobre el sistema de salud en los Estados Unidos.
3 El rescate de la industria automovilística, que impidió la pérdida de más de un millón de empleos.
Sin embargo, el problema del desempleo sigue siendo acuciante, tan grave como hace cuatro años, y coincide con el deterioro de la calidad en muchos servicios. Obama posiblemente evitó un colapso económico a escala mundial, pero no hay muchos indicios que permitan hablar de una recuperación. En todo caso la recuperación ocurre de un modo tan lento, que la crisis se ha convertido en algo más bien estable y amenaza con prolongarse de manera indefinida.
4 Finalmente, la captura y muerte de Bin Laden, con el consiguiente debilitamiento de Al Qaeda. Esto fue una punta de iceberg en un enfrentamiento al terrorismo llevado a cabo por la administración anterior. Ninguno de esos aciertos podrían verse como “cambios”. En muchos sentidos fueron logros timoratos. No solo han aumentado la decepción hacia el proceso electoral norteamericano; sino que también alimentaron el escepticismo de los votantes hacia las gestiones del gobierno y hacia sus representantes en el Congreso y el Senado.
Aun así, la
segunda administración de Obama debiera acogerse con entusiasmo. Al
menos no se impondrá el candidato republicano, que es todavía más gris, y que no
parece prometer nada en concreto, salvo un incondicional respaldo a los
sectores más pudientes de la sociedad norteamericana. La campaña electoral de Mitt Romney ha sido esencialmente torpe e improvisada,
con sucesivas meteduras de pata que solo dejan ver a un magnate desconectado de
la realidad e incompetente para el cargo al que aspira. El triunfo de Obama tiene fundamentalmente el mérito de librarnos de su oponente republicano. Y
esto no es poca cosa, por descolorida que pudiera ser su futura estancia en la Casa Blanca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario